Se conoce como arquitectura efímera aquel arte o técnica de proyectar y construir edificios que son pasajeros, que duran poco. Lo efímero ha sido una constante en la historia de la arquitectura, si bien hay que distinguir entre las construcciones concebidas para un uso temporal y las que, pese a ser realizadas pensando en su durabilidad, presentan una breve caducidad debido a diversos factores, especialmente la poca calidad de los materiales (madera, adobe), en culturas que no habrían desarrollado suficientemente sistemas sólidos de construcción.
La arquitectura efímera se utilizaba habitualmente para celebraciones y fiestas de todo tipo, como escenografía o decorado para un acto concreto, que se desmontaba después de efectuado éste. Existe desde el arte antiguo (está en el origen de formas como el arco de triunfo, cuyo modelo efímero se fijó en construcciones permanentes durante el Imperio romano); y fue muy usual en las cortes europeas durante el Renacimiento y sobre todo en el Barroco.
Pese a su carácter circunstancial, la efímera ha sido una arquitectura recurrente y relevante. Desde las escenografías barrocas hasta las instalaciones contemporáneas, en lo efímero cada época ha dado forma a su idea de celebración, y la ha materializado con la técnica disponible en ese momento. Hoy lo efímero sigue cumpliendo con estas funciones lúdicas y experimentales, pero también aspira a canalizar las nuevas ideas sobre el espacio público y la participación social, a medio camino entre la ciudad y la naturaleza.